The Revolutionary of Love / El Revolucionario del Amor

*Note: This reflection was written in Spanish, as that is how the inspiration came to me. The words flowed naturally, but a day later, during a heartfelt conversation with a dear friend, I felt compelled to share my thoughts in both languages.

 Throughout human history, the Divine has found countless ways to speak to us, tailoring its voice to the needs and readiness of each era. This sacred whisper has woven through the words of prophets, visions, and sacred texts, illuminating our search for meaning and connection. Jesus of Nazareth, in his life and teachings, was a luminous expression of unconditional love—a gentle, yet radical reminder of our true essence and unity with the Divine. His message was not one of distant heavens, but of a Kingdom already within, waiting to be embraced through love and forgiveness.


In the centuries that followed his time on Earth, the Gnostic Gospels emerged—texts that invited us to look inward, to discover a spirituality stripped of dogma, intimate and transformative. These writings carried a revolutionary message of direct connection with the Divine, bypassing hierarchies and intermediaries. Yet this truth was too powerful, too liberating, for the structures of its time, and was buried, as if love and unity could ever truly be silenced.


But the truth of Jesus’ message, like a subterranean river, never ceases to flow. It resurfaces, time and again, reshaped for the hearts and minds of each generation. In 1945, the rediscovery of the Gnostic Gospels at Nag Hammadi renewed this light. Decades later, the Spirit spoke again, inspiring A Course in Miracles in the 1960s—a modern guide to transcend fear and remember that peace resides not in the world, but in our transformed perception through love.


Both paths—the Gnostic Gospels and A Course in Miracles—lead to the same eternal truth: we are one with God. There is no true separation between the human and the Divine. All that is asked of us is to let go of the illusions of division crafted by the ego, and to embrace what we already are—living expressions of unconditional love.


Today, in what many call the Age of Awakening, the call of Jesus resounds with renewed clarity. It reminds us that no institution, dogma, or mediator is necessary to approach the Truth. We need only look inward, with humility and courage, to recognise that what we have been seeking has always been within us.

This is the era of awakening, a time to shed the chains of fear and ego, to heal the collective and individual wounds that have shaped our experience. The invitation is clear: step out of fear, release the ego’s chains, and return to the home you never truly left. No matter how many times we forget or stray, his light remains constant, awaiting the moment we open our eyes.

Love is our essence, our truth. And that light—our light—never dims.

 

*Personal Note: When I Think of Jesus


When I think of Jesus, I see him not as a distant or unreachable figure, but as a revolutionary of the Spirit—a being deeply awakened, with a mission to remind us that the Divine already resides within us. He didn’t rely on institutions or hierarchies to deliver his message, because his teaching was as simple as it was profound: we are children of God, and as such, bearers of the Divine.


With genuine humour, a warm smile, and a closeness that touched hearts, he invited us to look within, showing that by knowing ourselves, we find God—not as a distant presence, but as something alive and deeply intertwined with our humanity. He broke conventions, defied institutions, and challenged the barriers between humanity and the sacred. His life showed us that living from the heart awakens a connection to peace, love, and the unity of the Creator.


When I picture him, I see someone laughing with us, walking alongside us, embodying a love that embraces all. Even in moments of doubt, his faith in the Divine only grew stronger, showing us that certainty doesn’t come from knowing all the answers, but from opening ourselves to the truth of what we already are.


The Divine never gives up on us. Through every sacred text, every revelation, and every moment of grace, we are lovingly invited to remember who we truly are. This awakening is not the privilege of a select few; it is our birthright as children of God.


The revolutionary message of Jesus is as alive now as it was then: we are not separate from the Divine; we are one with it. And in that oneness, we find the peace, love, and light that never fades.

 AnaLo

 


A lo largo de la historia humana, la Divinidad ha encontrado innumerables formas de hablarnos, adaptando su voz a las necesidades y la disposición de cada época. Este susurro sagrado ha atravesado las palabras de profetas, visiones y textos sagrados, iluminando nuestra búsqueda de sentido y conexión. Jesús de Nazaret, con su vida y enseñanzas, fue una expresión luminosa del amor incondicional: un recordatorio suave, pero radical, de nuestra verdadera esencia y unidad con lo Divino. Su mensaje no hablaba de cielos lejanos, sino de un Reino que ya reside en nosotros, esperando ser abrazado a través del amor y el perdón.


En los siglos que siguieron a su paso por la Tierra, surgieron los Evangelios Gnósticos: textos que nos invitaban a mirar hacia adentro, a descubrir una espiritualidad despojada de dogmas, íntima y transformadora. Estos escritos transmitían un mensaje revolucionario de conexión directa con lo Divino, sin necesidad de jerarquías ni intermediarios. Sin embargo, esta verdad era demasiado poderosa, demasiado liberadora para las estructuras de su tiempo, y fue sepultada, como si el amor y la unidad pudieran ser silenciados.


Pero la verdad del mensaje de Jesús, como un río subterráneo, nunca deja de fluir. Resurge una y otra vez, adaptándose a los corazones y mentes de cada generación. En 1945, el redescubrimiento de los Evangelios Gnósticos en Nag Hammadi renovó esta luz. Décadas más tarde, el Espíritu habló de nuevo, inspirando Un Curso de Milagros en los años 60: una guía moderna y esencial para trascender el miedo y recordar que la paz no reside en el mundo, sino en nuestra percepción transformada por el amor.


Ambos caminos —los Evangelios Gnósticos y Un Curso de Milagros— nos conducen a la misma verdad eterna: somos uno con Dios. No hay separación real entre lo humano y lo Divino. Lo único que se nos pide es soltar las ilusiones de división creadas por el ego y abrazar lo que ya somos: expresiones vivas del amor incondicional.


Hoy, en lo que muchos llaman la Era del Despertar, la llamada de Jesús resuena con una claridad renovada. Nos recuerda que no necesitamos instituciones, dogmas ni mediadores para acercarnos a la Verdad. Solo necesitamos mirar hacia adentro, con humildad y valentía, para reconocer que aquello que hemos estado buscando siempre ha estado dentro de nosotros.


Esta es la era del despertar, un momento para soltar las cadenas del miedo y del ego, para sanar las heridas colectivas e individuales que han moldeado nuestra experiencia. La invitación es clara: deja el miedo, libera las cadenas del ego y regresa al hogar que nunca realmente dejaste. No importa cuántas veces hayamos olvidado o nos hayamos desviado, su luz permanece constante, esperando el momento en que abramos los ojos.


El amor es nuestra esencia, nuestra verdad. Y esa luz —nuestra luz— jamás se apaga.


*Nota Personal: Cómo Pienso en Jesús


Cuando pienso en Jesús, no lo veo como una figura distante o inalcanzable, sino como un revolucionario del espíritu: un ser profundamente despierto, cuya misión fue recordarnos que lo Divino ya reside dentro de nosotros. No necesitó instituciones ni jerarquías para transmitir su mensaje, porque su enseñanza era tan sencilla como profunda: somos hijos de Dios y, como tales, portadores de lo Divino.


Con un humor genuino, una sonrisa cálida y una cercanía que tocaba los corazones, nos invitó a mirar hacia adentro, mostrándonos que al conocernos a nosotros mismos, encontramos a Dios, no como una presencia distante, sino como algo vivo y profundamente entrelazado con nuestra humanidad. Rompió convenciones, desafió instituciones y derribó las barreras entre la humanidad y lo sagrado. Su vida nos mostró que al vivir desde el corazón, despertamos una conexión con la paz, el amor y la unidad del Creador.


Cuando lo imagino, lo veo riendo con nosotros, caminando a nuestro lado, encarnando un amor que abraza a todos. Incluso en momentos de duda, su fe en lo Divino se hacía más fuerte, mostrándonos que la certeza no proviene de tener todas las respuestas, sino de abrirnos a la verdad de lo que ya somos.


La Divinidad nunca se rinde con nosotros. A través de cada texto sagrado, cada revelación y cada momento de gracia, se nos extiende una invitación amorosa a recordar quiénes somos realmente. Este despertar no es un privilegio de unos pocos; es nuestro derecho natural como hijos de Dios.


El mensaje revolucionario de Jesús está tan vivo ahora como lo estuvo entonces: no estamos separados de lo Divino; somos uno con Él. Y en esa unidad encontramos la paz, el amor y la luz que nunca se apagan.


AnaLo


 

Comments

  1. Este articulo sobre tu pensamiento De Dios me dio justamente hoy claridad en mí y mi vida, gracias por ponerle letras a tus pensamientos

    ReplyDelete
    Replies
    1. ¡Querido Alberto! 🙏✨
      Gracias por tomarte el tiempo de compartir tus palabras tan llenas de luz. Saber que mis reflexiones resonaron contigo y te brindaron claridad es un regalo inmenso para mi corazón. Es maravilloso cómo la Divinidad nos conecta justo en el momento perfecto. 💖 Espero que este pequeño espacio siga siendo un faro en tu camino. ¡Gracias a ti por leer y por abrir tu espíritu a estas letras! 🌟
      Con gratitud infinita,
      AnaLo 🕊️

      Delete

Post a Comment

Popular posts from this blog

Dismantling the Fear of Love / Desmantelando el Miedo al Amor

Miracles are natural / Los milagros son naturales.

Embracing the Unknown / Abrazando lo Desconocido